miércoles, 5 de marzo de 2008

Los intereses empresariales que mueven la política

Con retraso, me propongo contar cómo se desarrolló la visita de los "conspiradores tóxicos", como alguno nos llama, a Ávila el pasado sábado. Agradecer antes, una vez más, a la organización -la sección del Medio Ambiente del sindicato Comisiones Obreras (CC.OO.)- su dedicación, pues convirtió el evento de presentación de nuestro libro Conspiraciones tóxicas: Cómo atentan contra nuestra salud y el medio ambiente los grupos empresariales, en un éxito de público y ventas, por cierto.

Foto: Ávila digital

Nos recibió la ciudad amurallada, la de mayor altura de todas las capitales de provincia españolas, con la primavera en invierno tan característica de este tiempo "cambioclimatizado". La sala era la iglesia del Monasterio de Santa Ana, que se utiliza como salón de actos en la sede del Gobierno de Castilla y León en Ávila. Casi llena, con un público muy interesado en conocer quienes son y cómo actúan los grupos de presión empresarial o lobbies; gobiernos paralelos en la sombra.

Comenzamos con una rueda de prensa con un montón de periodistas donde recalcamos precisamente eso, que los lobbies industriales trabajan en la sombra con la clase política -con buena parte de ella, al menos- para impulsar tecnologías y servicios que la mayor parte de la población no aceptaría si fuera consultada al respecto: energía nuclear, alimentos transgénicos, productos químicos tóxicos, refinerías petroquímicas, macrourbanizaciones con campos de golf, contaminación electromagnética proveniente de la telefonía móvil y un largo, larguísimo etcétera.
Intervinimos unos 25' cada uno de los tres autores, Rafael Carrasco, Joaquín Vidal y yo, Miguel Jara, que aproveché que el tema era el funcionamiento de los lobbies industriales para hablar del más potente de ellos: la industria farmacéutica, como explico en Traficantes de salud. Tras comparecer ante el público con nuestra exposición llegó un extenso turno de preguntas y tengo que decir que me sorprendió -o quizá no tanto porque ha sido la tónica durante todo el año que llevo presentando este último trabajo- que la mayor parte de las preguntas versaron sobre las prácticas de la industria farmacéutica, pese a que el acto se anunció como de presentación de nuestro segundo libro.
Esto demuestra una vez más el enorme interés de los ciudadanos por conocer los intersticios del entramado farmasanitario, cómo influye en su salud y en su enfermedad y cómo se negocia con las mismas. Y también por conocer las alternativas y los movimientos de respuesta ante la corrupción imperante que en los últimos tiempos están protagonizando tantos profesionales sanitarios deseosos de cambiar muchos aspectos del modelo actual.

Volvió a aparecer en escena el caso del medicamento Agreal de Sanofi-Aventis, por dos ocasiones, y en las dos recuerdo el gesto boquiabierto de las féminas cuando se enteraron de que este fármaco, utilizado para los sofocos de la menopausia, causa gravísimos daños en la salud de las mujeres. Bocas abiertas cuando expliqué que la primera sentencia de un juzgado -existen 4.000 demandas sólo en España- concluye que Agreal incita al suicidio, pero que en América Latina multitud de países siguen comercializándolo.

En fin, volvimos a repasar un fenómeno, el de hacer lobby, que crece al tiempo que la crisis de valores en Occidente y, que de no ponerle coto en breve, amenaza con terminar con lo poco que queda de democracia: la presión empresarial sobre la política coloca en el poder a las élites económicas.