sábado, 8 de diciembre de 2007

Killer telephones

Pese a que buena parte de la población todavía tiene dudas sobre los efectos nocivos en la salud humana de antenas de telefonía móvil y teléfonos, tecnología wifi, transformadores eléctricos y cableado, entre otros artefactos que despiden contaminación electromagnética, las compañías que impulsan y se benefician de esta tecnología conocen desde hace mucho tiempo el daño que pueden causar sus instalaciones y productos. Y al mismo tiempo crean ese esceptiscismo pues, por ejemplo, la mayor parte de los estudios publicados sobre este particular están financiados por la industria de las telecomunicaciones.
Antena de telefonía en un tejado de Getxo (País Vasco)
Así lo demuestra nuestro libro Conspiraciones tóxicas: Cómo atentan contra nuestra salud y el medio ambiente los grupos empresariales en su primer capítulo, escrito por quien firma estas líneas. En él contamos que Airtel Móvil S.A., hoy Vodafone, suscribió, entre el 31 de marzo de 2001 y el 31 de marzo de 2002, una póliza de responsabilidad civil con la aseguradora española Royal&Sunalliance con el número 451.434.
En este documento se excluyen los daños por contaminación electromagnética y especifica, en su cláusula número 19, que no son asegurables: “daños personales, enfermedad, incapacidad de cualquier tipo, muerte, enfermedad mental, angustia mental, dolor mental o físico o cualquier síntoma mental o físico causado o supuestamente causado o contribuido por el uso continuado de teléfonos móviles”. ¿Más claro? Pues el Departamento de Prensa de Vodafone, tras realizar las pertinentes consultas, indica que no conoce dicha póliza.
No dejan indiferentes tampoco las declaraciones de Javier Aguilera, que por entonces era consejero delegado de Telefónica Móviles –hoy es el presidente de TPI Páginas Amarillas, filial de Telefónica–, emitidas en el documental censurado por TVE “Contracorriente”.

El directivo reconocía sin ambages que la tecnología móvil es peligrosa para nuestra salud. “Uno –explicaba Aguilera- se muere por 38.000 cosas. ¿Que esta es una más? Mire, indiscutible. ¿Que es una más incluso para los que no usan la telefonía? Indiscutible. ¿Y que los que usan la telefonía móvil no debían tener este factor? Sin duda. Pero, ¡joder!, el mundo es como es, es decir, a mí me gustaría no respirar el humo que echan los autobuses pero, ¿qué vamos a hacer? ¿No tener autobuses?”.




Desde Getxo, en el País Vasco, la asociación Antena No (antenano.blogspot.com) advierte sobre los intentos fraudulentos de ciertas compañías telefónicas de colocar en las azoteas de las viviendas sus antenas emisoras-receptoras. “Estas antenas se ponen en los edificios muchas veces mediante una reunión fraudulenta-amenazante, ya que las corporaciones engañan a los vecinos en las reuniones diciendo que sólo hace falta una mayoría de votos de las 3/5 partes, cuando para cambiar elementos comunes de una comunidad se requiere unanimidad. Les dicen que si ellos no aceptan, el de enfrente lo hará y la radiación entrará en su casa y la de su familia. Ofrecen 12.000 euros anuales a la comunidad y los de los edificios de enfrente no pueden opinar, aunque la radiación entre en sus casas. Se sabe que las radiaciones afectan a personas electrosensibles y con marcapasos, pero no se avisa de su colocación ni se hacen estudios o seguimientos de las zonas", explica un portavoz de dicha organización.
En Getxo, cuentan, existen muchas personas que viven en sus casas con persianas metálicas pagadas por ellos mismos y cerradas noche y día. Otros muchos se han ido de sus viviendas por miedo, tras haberlas habitado durante años antes de que pusieran la antena. Éstas devalúan los inmuebles. “Existen estudios internacionales que explican el daño que pueden causar las antenas de telefonía pero al final tristemente el gran estudio somos nosotros y nuestras familias. Uno puede tener o no teléfono móvil o usarlo con moderación, pero la antena te la imponen”, concluye éstas personas.