martes, 4 de diciembre de 2007

Verdades que no curan

Hace algunas semanas participé en un evento singular. Os lo cuento porque fue realmente original, es decir, inédito. Ocurrió en Santiago de Compostela, bajo el título de Pobre Mundo Rico, un simposium que durante dos meses ha reunido a personas que en diferentes mesas redondas y conferencias han analizado la pobreza y la desigualdad mundial en todas sus vertientes y han aportado soluciones. Participé en la mesa “Los problemas de la sanidad en los países pobres. ¿Son Genéricos?”. En ella estuvimos Felipe Noya (Médicos del Mundo), Xosé Mª Torres (Farmacéuticos Mundi), Julián Zabala Pino, director Comunicación de Farmaindustria y servidor, Miguel Jara, como autor del libro Traficantes de salud.

Digo que fue un evento inédito porque hasta la fecha -en idioma castellano- no se había juntado en una mesa para debatir sobre el acceso de los países pobres a los medicamentos esenciales y el papel de la industria farmacéutica en todo ello a personas de criterios tan dispares como el representante de la patronal de los laboratorios o yo mismo. El acto discurrió por cauces de respeto mutuo aunque hubo rifi-rafe, como no podía ser de otra manera. Algunas cosas quedaron en el tintero y creo oportuno comentarlas para continuar el necesario debate. Zabala habló de las necesidades de los laboratorios de encontrar y ofertar siempre nuevos medicamentos.
Es cierto que dentro de la lógica capitalista las empresas, las farmacéuticas y todas, están abocadas a una loca carrera competitiva por mostrar más novedades que sus rivales. Pero esta es precisamente una de las razones del aumento de la iatrogenia –las enfermedades provocadas por el sistema sanitario-. La lógica humana nos dice que los medicamentos deberían producirse para cubrir las necesidades de las personas no sólo de los mercados. Y esa velocidad con la que “deben” ofertarse nuevos productos farmacológicos propicia fallos en la larga cadena de investigación, desarrollo y comercialización de un preparado. Ello puede explicar que sólo en EE.UU. cada año mueran 305.000 personas por los efectos adversos de los medicamentos.
Afirmó el portavoz de Farmaindustria, no sin razón, que los ensayos clínicos que se realizan con las moléculas antes de ser aprobadas como medicamentos en un país, de ser válidos, son aprobados para todos los países. Pero cabe preguntarse porqué con resultados positivos en los ensayos un medicamento es más fácil que se apruebe en todos los países a que se retire cuando da problemas de seguridad. Recuerdo el caso de ciertos anticatarrales con fenilpropanolamina que produjeron varias muertes en EE.UU. y tras ser analizados por la agencia de aquel país, la FDA, se retiraron. Pero en España no se hizo lo mismo hasta después de producirse al menos la muerte de una mujer en Badalona.
Es cierto que la industria farmacéutica es la que más invierte en I+D del mundo pero también es verdad que dedica más dinero a promoción de sus fármacos que a investigación. Es decir, da más importancia a su vertiente comercial que a la científica.
También se hizo diferencia entre industria innovadora y genérica, ilustrando en ese punto la actual división de la industria farmacéutica. En palabras de Zabala, ambas industrias “se necesitan”. Debemos recordar que durante los últimos años se han producido enfrentamientos en los tribunales entre farmacéuticas que basan su negocio en los medicamentos patentados y las que lo hacen en los productos genéricos y que se da el caso de que empresas como Novartis litigan en los tribunales con el gobierno de la India por repatentar un genérico, por ejemplo, pero al mismo tiempo son una de las mayores fabricantes de éstos últimos.
En la elogiosa descripción de la industria farmacéutica que hizo su portavoz español éste dijo que se “mima a los trabajadores” pero sólo Pfizer, el laboratorio más grande, anunció a comienzos de 2007 10.000 despidos, casi el 10% de su plantilla global. También ironizó sobre que algún día se les acusaría de haber creado la gripe aviar. De crearla no sé pero del enorme interés que ciertas compañías ligadas a quienes han extendido el miedo a dicha posible pandemia y del negocio que ya han hecho sin que todavía se haya producido la alarmante situación que anunciaban ya se ha publicado (revista Discovery DSALUD, por ejemplo). Para explicar la importancia del sector en nuestra economía el director de Comunicación de la patronal afirmó que en último término sin la industria farmacéutica no habría curación de enfermedades. Quizá habría que recordar que los fallos del sistema sanitario son en EE.UU. la primera causa de muerte (según el mismo trabajo científico que ofrece el dato de las 305.000 muertes anuales por el uso de fármacos).

También que la mayor parte de los preparados tratan los síntomas no las causas de las enfermedades o que según, Allen Roses, ex directivo del laboratorio GSK: “más del 90% de las medicinas logran su efecto sólo entre el 30% y 50% de las personas”. Visto el panorama pienso que debemos dirigirnos a un sistema en que lo público predomine en la producción y venta de fármacos.